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  • Columna de opinión del Dr. Egon Montecinos, Director del Centro de Estudios Regionales y del Desarrollo Territorial de la Universidad Austral de Chile (CER UACh) y Director del Instituto de Administración, Facea UACh.

No cabe duda que el contexto nacional a partir del 18-O y ahora global con la rápida expansión del Coronavirus, está golpeando los cimientos no tan sólo de la actividad política, sino también de las relaciones sociales, laborales, económicas y culturales de nuestro país. No será ese el punto de mi reflexión, sino que me focalizaré en el rol de las instituciones públicas y los liderazgos, los cuales en tiempos de crisis se ponen a prueba como nunca antes habíamos vivido, ni siquiera imaginado.

Administrar “el bien común” en condiciones de “regularidad” y “normalidad” ya es una tarea compleja, imaginemos lo que significa administrar el espacio público, la vida en común, en tiempos de crisis. Las instituciones públicas tienen la misión esencial de reducir las incertidumbres, gobernar con imparcialidad, ofrecer bienes y servicios de manera universal y equitativa, y por sobre todo no soltar el timón con la información pública, esta última, vital para sostener la cohesión de la comunidad en contextos como el que estamos travesando. En general, las crisis nos ofrecen todo lo contrario de la normalidad, nos ofrecen incertidumbre, miedo, demandas y soluciones inmediatas, información difusa, propuestas fragmentadas para salir de la crisis, es decir, conviven muchas soluciones a la problemática en cuestión. Este escenario se acrecienta aún más cuando “la salida” se ve lejana o incierta como lo que hoy esta pasando. No tenemos certeza cuando volveremos a circular con normalidad, sin tener el riesgo de contagiarnos de este virus, no sabemos cuándo recuperaremos la vida cotidiana, laboral y social que teníamos antes de esta situación.

Pues en este escenario ¿qué podemos esperar de las instituciones públicas?

Primero, que su acción la orienten en función del origen de su existencia y razón de ser, es decir, administrar el bien común, garantizar la vida en comunidad con información clara, precisa y fidedigna. Para ello se requiere el ejercicio de un liderazgo claro, informado, proactivo y eficiente. No parece recomendable que en situaciones de crisis, la información más fidedigna la otorguen organismos no gubernamentales, gremios o “privados”. No porque no puedan hacerlo, sino porque esas instituciones deberían estar en estrecha articulación y gobernanza con las instituciones públicas, para ofrecer integridad, cohesión, unidad y por sobre todo “certezas” informativas a la población. De ahí que el principal rol de una institución pública en estos contextos es gobernar en gobernanza.

Segundo, parece recomendable promover relaciones sociales y laborales acordes a la gravedad de la situación, transmitiendo credibilidad y legitimidad. Por ejemplo, si las recomendaciones son el teletrabajo y no reunirse más de 15 personas en un espacio público, no puedes comunicar esa decisión con más de 15 personas a tu alrededor¡¡. Debemos proveer credibilidad y no dar la sensación que las instituciones públicas van a la retaguardia de los desafíos y no a la vanguardia de ellos. Esto implica “gobernar la información” apoyándose en modelos de gobernanza con instituciones públicas y privadas que se encuentren relacionadas con la temática de la crisis, con el claro objetivo de impulsar esfuerzos sobresalientes por anticipar escenarios, en definitiva preparar con información confiable a la población para futuras decisiones.

Tercero, propender desde lo público a la adaptabilidad de las relaciones laborales y sociales dado el nuevo contexto que nos encontramos viviendo. La adopción de muchas instituciones con el teletrabajo parece ser una buena alternativa para las instituciones públicas (y algunas privadas), pero aquello lleva implícito la construcción de una nueva relación con los ciudadanos, especialmente con aquellos grupos vulnerables que requieren prestaciones de servicios públicos sensibles, lo cual requiere una rápida reacción y modificación para no caer en el abandono de la vulnerabilidad social porque simplemente ahora se debe “teletrabajar”. Hacer teletrabajo no significa que el ciudadano necesitado, que probablemente no cuenta con internet, y no tiene posibilidad de hacer este tipo de actividad, deberá acudir a la red social para encontrar la ayuda requerida. La palabra clave en esto es pertinencia, adaptabilidad y oportunidad de las medidas en las instituciones públicas.

Finalmente, ¿Qué rol cumplimos nosotros los ciudadanos? Es imprescindible practicar la responsabilidad individual que cada uno de nosotros debe tener en relación a las instituciones públicas. Esto implica que debemos colaborar cumpliendo las instrucciones, colaborar con el otro, recuperar la noción de vivir en comunidad, hacer cuarentena, no son vacaciones. Ayudar para ayudarnos, con ello podemos ir saliendo lentamente de esta profunda crisis mundial que golpea al país.

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marzo, 2024

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